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Por una Iglesia eucarística sinodal: Mons. Anthony Fisher


Haciendo una referencia a varias obras literarias y películas, Monseñor Anthony Fisher disertó sobre el tema “Por una Iglesia eucarística sinodal”.  En el tercer día de reflexiones académicas del Simposio Teológico “Fraternidad para sanar el mundo”, el arzobispo de Sydney, Australia, explicó que algunas historias de actos de enemistad, envidia, venganza, traición y violencia de las obras literarias o del cine se hacen eco de la sabiduría de las Sagradas Escrituras.

Según dijo, en “la historia del origen de estas emociones y comportamientos negativos, Caín mata a su hermano Abel por envidia, y luego niega toda responsabilidad por él”.

Agregó que la “paz en nuestros tiempos es tensa, tanto a nivel mundial como local” y puso como ejemplo “el reciente atentado contra la vida del expresidente Trump en EE.UU. o en el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio” en Ecuador.

“Por si fuera poco, dijo, las guerras ensombrecen nuestro planeta. Armenia, Camerún, Etiopía, Gaza, Haití, Israel, Libia, Myanmar, Nigeria, Siria, Sudán, Ucrania, Yemen… la guerra es ahora tan frecuente que el Papa Francisco puede calificarla de «verdadera Tercera Guerra Mundial».

Ante esta realidad, el arzobispo de Sydney considera que “una auténtica reconciliación y una fraternidad duradera sólo pueden lograrse mediante una conversión «eucarística» para vernos «como un solo cuerpo» con nuestros compañeros cristianos y con toda la humanidad, y vivir para los demás y no sólo para nosotros mismos”.

Recordó que, en las horas previas a la pasión, Jesús rezó “para que los discípulos estén unidos”, a partir del modelo “que existe entre el Padre y el Hijo: «Que sean uno, como nosotros somos uno«. “Frente a las fuerzas internas y externas de desintegración, debemos cultivar la unidad, pero también rezar por ella como un don divino que nunca podríamos fabricar por nosotros mismos”.

Dijo que el término «fraternidad» tiene una conceptualización en los distintos grupos, pero que, para la concepción cristiana de la fraternidad se empieza “por la generación apostólica”.

El amor cristiano no está reservado a un pequeño grupo de hermanos exclusivos, sino que, como han enseñado el Concilio Vaticano II y los Papas, está destinado a todos, para sanar las numerosas fracturas que existen dentro de los seres humanos y entre ellos, y elevarlos a ser una comunión de santos”, apuntó.

La Eucaristía como fuente de unidad y reconciliación

la Iglesia está más presente cuando reúne a los cristianos en el culto, especialmente para la Eucaristía. Podríamos pensar en aquel precursor de la Eucaristía, cuando Cristo reunió a una «diócesis» de 5.000 personas en las colinas, las dividió en «parroquias» de unos cincuenta, «multiplicó» los panes y los repartió. O en su Última Cena, cuando hizo mucho más por los Doce y por nosotros”, dijo.

Agregó que en “todo este lío de alegrías y sufrimientos humanos, esperanzas y temores, la multitud en la colina hambrienta de comida y señales, la banda de discípulos confundidos y traidores en el cenáculo, en medio de la ambigüedad del pan y el vino, Jesús viene a nosotros, una y otra vez, en la Eucaristía”.

Para Monseñor Fisher, en “la Eucaristía, junto con su gemelo sacramental la Confesión, celebramos nuestra comunión con Dios y entre nosotros, pero también la realizamos, sanando las fracturas entre nosotros”.

Concluyó que, “el culto eucarístico tiene un aspecto horizontal: la comunión con los presentes, con el resto de la Iglesia y con toda la humanidad. Sin embargo, siguiendo el modelo de la muerte de Cristo, toda la vida cristiana es cruciforme, por lo que lo horizontal debe cruzarse con lo vertical, la comunión en la tierra con la del cielo”.

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