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Fraternidad sin los últimos no es fraternidad: Hna. Rosmery Castañeda


En la “mesa de Jesús” se vive la fraternidad sin exclusión

Con la conferencia titulada “La fraternidad sin los últimos no es fraternidad”, pronunciada por la Hermana Rosmery Castañeda (Panamá), inició las reflexiones académicas del Simposio Teológico, este viernes 6 de septiembre. El tercer día de ponencias estuvo precedido por un breve saludo que ofreció a los participantes el Cardenal Baltazar Porras Cardozo, arzobispo emérito de Caracas, quien llega en representación del Papa Francisco para presidir el 53° congreso Eucarístico Internacional.

La religiosa de la Caridad dio comienzo a su disertación recordando que “la Eucaristía es expresión del amor de Dios que invita al compromiso con los otros y a defender la vida en todo momento: acogiendo a los pobres y rescatar su dignidad”.

Según dijo, es un “desafío para el cristiano que al contemplar el Misterio Eucarístico saca fuerza para plantar en su espacio los mismos deseos de Jesús; “ámense unos a otros como yo os he amado” precioso tesoro de la fe cristiana, porque la Eucaristía es “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo”.

Citando al Papa Francisco, que propone “una iglesia pobre y para los pobres”, la religiosa panameña señaló que, “mientras los débiles y los pobres son descartados de la sociedad, no podemos hablar de la mesa de Jesús. Es en la “mesa de Jesús”, donde se vive la fraternidad sin ningún tipo de exclusión”.

Las fracturas de nuestro mundo

A partir de referencias de la Encíclica Fratelli Tutti y el Documento Síntesis de la Asamblea Sinodal, la Hermana Rosmery apunta que “…no hay una sola manera de pobreza, están todos aquellos que no tienen lo necesario para vivir una vida digna, los migrantes, refugiados, los pueblos originarios y afrodescendientes, las víctimas de la violencia, los excluidos económicamente y otros que viven en las periferias”.

Para la religiosa panameña, es necesario un compromiso para atender y defender a los más vulnerables. Ellos expresan “el clamor de los pobres y el clamor de la tierra donde el Espíritu hace germinar las semillas de todo esfuerzo humano, también en nuestro tiempo”, dijo.

“Para los cristianos, las palabras de Jesús tienen también otra dimensión trascendente; implica reconocer al mismo Cristo en el hermano abandonado o excluido”, agregó.

La Eucaristía fuente de espiritualidad

Recordó expresiones de Rafael Aguirre que dice: «La mesa compartida» nos lleva a mirar no solo a Jesús, sino también a las primeras comunidades cristianas que se reunían en las casas para la liturgia doméstica; allí, en la fraternidad, se hacía presente el Resucitado. Aunque no faltaban los conflictos que los obligaban a un discernimiento sobre el qué y el cómo hacer, para no romper la comunión…, el compartir la mesa con gente diversa expresaba la capacidad de abrir la propia vida personal y comunitaria a la universalidad”.

Señaló que “celebrar la Eucaristía en memoria de Jesús es afirmar que también yo estoy dispuesto y dispuesta a entregar mi vida y derramar mi sangre gota a gota sirviendo a mis hermanos en la comunidad”.

La Eucaristía implica asumir a los últimos

La Hermana Rosmery enfatizó que “la Eucaristía es la máxima expresión de la fraternidad. El “hagan esto” no es posible sin identificarse plenamente con la persona de Jesús, sin entrar en comunión con Él, quien se identifica con los últimos de la sociedad, los que tienen hambre, no tienen casa, andan desnudos, como lo manifiesta la terrible descripción del juicio final en el evangelio de Mateo”.

Resaltó también que la “Eucaristía, manifestación de comunión y fraternidad, no debe ser excluyente, sino señal de amplia participación. Es una celebración comunitaria, un acto de fe de los distintos miembros en la comunidad fraterna reunida en torno a Jesús, su Cabeza”.

“La participación efectiva de todos en la Eucaristía, más allá de condiciones sociales y morales, ha de ser una rica expresión de la fecundidad del Espíritu: que a “cada cual le otorga su manifestación en la pluralidad de los dones para provecho común. Porque en todas las cosas obra el mismo y único Espíritu distribuyendo sus dones a cada uno en particular según su voluntad”, señala la Hermana Castañeda.

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