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Fraternidad, eje central en el cierre del Simposio Teológico Internacional


La verdadera fraternidad, vivida en la Eucaristía, nos impulsa a cuidar de los más vulnerables y de nuestra casa común, recordando que el amor a Dios se refleja en el amor al prójimo 

 Este viernes, 6 de septiembre de 2024, finalizó el Simposio Teológico Internacional “Fraternidad para sanar el mundo”.  Durante tres días consecutivos, académicos, religiosos y laicos reflexionaron sobre la necesidad de reconocer la humanidad compartida, más allá de las divisiones, tomando en cuenta que la fraternidad nos recuerda que nuestras acciones pueden generar cambios colectivos, que fomenten la empatía, solidaridad y el apoyo mutuo.  

 El cierre del Simposio arrancó con una eucaristía presidida por Mons. Bienvenu Manamika, Arzobispo de Brazzaville de la República del Congo. La celebración tuvo lugar en la Iglesia de la Parroquia de María Auxiliadora y convocó a decenas de feligreses y participantes del Simposio.  

 Posteriormente, iniciaron las intervenciones en la PUCE con la intervención de Baltazar Porras, Cardenal Legado Pontificio, quien saludó a los asistentes resaltando los momentos de gracia durante este encuentro que ha permitido fortalecer la fraternidad entre todos.  

A continuación, Sebastián Panizo, sacerdote de la Arquidiócesis de Quito, presentó un resumen de las ponencias presentadas ayer, en las que destacó la exploración de la fraternidad, según las enseñanzas de la encíclica Fratelli Tutti, y la necesidad de reconocer que todos somos hijos de Dios. 

 Fraternidad sin los últimos, no es fraternidad 

 La primera ponencia se denominó «Fraternidad sin los últimos, no es fraternidad» y estuvo a cargo de la Hna. Rosmery Castañeda, directora del Instituto de Formación de Agentes de Pastoral de la Arquidiócesis de Panamá, quien afirmó que se debe iluminar la palabra a partir del amor de Dios, quien nos invita al compromiso con los otros y a defender la vida, acogiendo a los pobres y rescatando la dignidad.

En su reflexión, destacó la frase “Hagan esto en memoria mía”, pronunciada por Jesús en La Última Cena, para subrayar que mientras los débiles, los pobres, los afrodescendientes, los oprimidos, las mujeres víctimas de violencia, aquellos que viven en necesidad y los marginados de la sociedad sigan sufriendo, no podemos hablar plenamente de la mesa de Jesús, ya que en esta se vive la verdadera fraternidad, donde todos compartimos y nos reconocemos como iguales.  

 Además, abordó las enseñanzas cristianas sobre la fraternidad y la justicia social, invitando a la inclusión y el reconocimiento de los más vulnerables en la sociedad.  

 Eucaristía y cuidado de la casa común
 

Al terminar la mañana, el P. Fernando Roca, S.J., de la Universidad Católica del Perú, presentó la conferencia “Eucaristía y cuidado de la casa común”, en la que se refirió a los lazos fraternos que se tejen en la Eucaristía, la que posee una dimensión comunitaria y está abierta a todos aquellos que deseen participar. Este sacramento, por esencia, busca promover el acto de compartir. 

 En su presentación afirmó: «Hemos abusado de los recursos que la naturaleza nos ofrece y hoy sufrimos las consecuencias de nuestros errores y excesos». Con esto, destacó que no solo es posible sanar a los seres humanos, sino también reparar el daño causado por el mal uso de la creación. Esto incluye la deforestación de nuestros bosques, la contaminación y deterioro de los océanos y lagos, así como la extinción de diversas especies de flora y fauna en todo el planeta, lo que representa una preocupación ética y ecológica. 

 Su reflexión propuso tener conciencia de una responsabilidad compartida para restaurar el equilibrio ecológico, inspirada en una experiencia eucarística que llama a la acción. Además, enfatizó en el concepto de una ecología integral, plena de creatividad y esperanza, que reconoce la interconexión entre la sanación espiritual del ser humano y la restauración del medio ambiente. Subrayó que, al igual que buscamos la reconciliación entre las personas, es urgente reconciliarnos con la naturaleza para preservar la vida en nuestro planeta. 

 Por una Iglesia eucarística sinodal 

 En la jornada vespertina, el arzobispo de Sydney, Anthony Fisher O.P., abordó el tema de la sinodalidad y la Eucaristía, en su conferencia titulada «Por una Iglesia eucarística sinodal». Fisher inició destacando la frase: “humanos divididos, humanidad herida”; en este sentido, resaltó cómo la Iglesia puede sanar las fracturas del mundo actual mediante la unidad y la comunión, afirmando que solo a través de una «conversión eucarística» es posible alcanzar una fraternidad duradera. 

Fisher también enfatizó la importancia de una Iglesia sinodal que camine junta en la misión, aludiendo a la necesidad de la participación de todos los fieles bajo la guía del Espíritu Santo. Durante su exposición afirmó: “Una armonía trinitaria debería entonces ser evidente en todas nuestras relaciones, y ser una marca de la Iglesia universal, local y doméstica. Frente a las fuerzas internas y externas de desintegración, debemos cultivar la unidad, pero también rezar por ella como un don divino que nunca podríamos fabricar por nosotros mismos”. 

Concluyó indicando que la unidad entre los cristianos es esencial para ofrecer un testimonio creíble en un mundo cada vez más polarizado. 

Antes del inicio de la segunda ponencia, se desveló el cuadro que hace 50 años el Papa Paulo VI regaló a la Arquidiócesis de Quito en conmemoración de los 100 años de la celebración de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, realizado por el pintor Trento Longaretti. 

El Corazón de Jesús, fuente de vida 

La ponencia final del día estuvo a cargo del Padre Paolo Morocutti, docente de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, cuyo tema fue: “El Corazón de Jesús, fuente de vida”, en la misma subrayó la importancia del Sagrado Corazón como símbolo del amor de Cristo.  

Morocutti destacó que el Corazón de Jesús es tanto un símbolo afectivo como una expresión teológica profunda de la humanidad de Cristo, capaz de sentir y conmoverse por los seres humanos. Según el teólogo, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús no solo recuerda la emotividad y afectividad de Cristo, sino que también invita a los fieles a una práctica concreta del amor y la caridad, elementos fundamentales del cristianismo. 

Durante su intervención, Morocutti enfatizó que «la devoción al Sagrado Corazón propone el amor de Dios como objeto de adoración, acción de gracias e imitación», y que es a través del amor que los cristianos deben responder a ese llamado divino. Con este enfoque, el ponente subrayó que el Corazón de Cristo no solo es una imagen devocional, sino una invitación a la transformación personal y comunitaria, donde la caridad y la fraternidad son claves para sanar las heridas del mundo. 

Lo que vendrá 

Para la jornada final de reflexiones, el sábado 7 de septiembre a las 09h30, en la Ciudad Mitad del Mundo, el Simposio Teológico concluirá con una eucaristía presidida por el cardenal Pedro Barreto, S.J. (Perú), presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía. Posteriormente, se realizará una visita por este sector turístico.  

 Por la tarde, a partir de las 17h00, en la Catedral Metropolitana de Quito, se realizará el acto de recepción al Legado Pontificio, Cardenal Baltazar Porras Cardozo, en el marco de una celebración de vísperas. 

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