“Eucaristía y transformación del mundo”: Mons. Andrew Cozzens
Cada sufrimiento humano puede ser trasfigurado en Cristo
En la primera ponencia del tercer día del 53° -congreso Eucarístico Internacional, Mons. Andrew Cozzens, Obispo de Crookston, EEUU, desarrolló el tema “Eucaristía y transformación del mundo”. En su intervención destacó que el misterio pascual de Cristo que se celebra en cada Eucaristía es el camino del renacimiento de la fraternidad en medio de un mundo herido.
Agregó que todos estamos llamados a trasfigurar nuestras heridas abiertas y las heridas del mundo en el misterio de la pasión y la gloria de Jesús, Hijo de Dios. El pasaje evangélico de la Transfiguración del Señor nos anuncia que cada sufrimiento humano puede ser trasfigurado en la luz gloriosa de Cristo.
La respuesta de Dios Padre al mundo herido es el envío de su Hijo, Jesús. Él es la Palabra y el gesto definitivo de la salvación de Dios para el sufrimiento humano.
Explicó que Cristo es la Buena Noticia del Reino de Dios para un mundo herido, porque Él nos ha abierto la dinámica teológica y salvífica del Triduo Pascual: la entrega del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la última cena, el sacrificio obediente del Hijo en el altar de la Cruz y la resurrección gloriosa del Señor. La vida entregada y crucificada de Cristo en la Cruz no tendría sentido sin la esperanza de la resurrección, agregó.
Los cristianos en la Eucaristía celebramos el misterio pascual de Cristo porque nuestra vida y nuestros sufrimientos quedan trasfigurados por la luz de la gloria del Hijo de Dios muerto y resucitado.
En la Eucaristía, las heridas abiertas se trasfiguran en vitrales de luz y de vida. Las heridas son sanadas por el amor infinito de Cristo cuando ya no supuran odio, resentimiento o muerte. Una herida sanada se convierte en un manantial inagotable de perdón y de salvación, dijo.
Finalmente, apuntó que, en el ofertorio de cada celebración eucarística se ofrecen el pan y el vino y también se ofrecen los dolores y los sufrimientos de todo el mundo para que sean trasfigurados en la luz gloriosa del Verbo de Dios que ha vencido a las tinieblas.
Fraternidad en la vida y una pastoral fraterna
En la segunda parte de la mañana se escucharon dos testimonios de la fraternidad llevada a la vida y a la práctica de una pastoral fraterna que cambia y sana el mundo.
María de Lourdes Amador, dama salesiana, contó cómo el ejemplo de sus padres ha marcado su vida y le ha movido a abrazar la vocación de servidora salesiana. Contó como sus padres le enseñaron a compartir no solo juguetes sino su tiempo y su vida, con un matrimonio bien llevado; le enseñaron, además, la belleza e importancia de un matrimonio cristiano. Todo esto se ha plasmado ahora en su servicio a favor de un mundo más solidario y fraterno, en unidad y comunión.
En su intervención definió su servicio como el mejor regalo que podría recibir: la oportunidad de darse, entregarse y hacer visible a Dios que nos ama. Lo más valioso de este ministerio es el compartir con los necesitados, compartir el Evangelio, la vida y la palabra y así ser verdaderos sembradores de esperanza en esta familia salesiana, dijo.
Entre tanto, el P. José Antonio Maeso compartió su experiencia de trabajo en Esmeraldas junto a las personas privadas de la libertad y las personas extorsionadas, con los militares y policías. Esa realidad nos invita a decir las cosas como son: que en esta guerra no hay daño colateral, todos somos víctimas de esta guerra. Con imágenes y cifras de muertos en ambos bandos de esta guerra nos demuestra cómo todos estamos del mismo lado y el enemigo es la guerra y la violencia, porque todos somos personas, hermanos, ya no privados de la libertad o militar.
Para el P José Antonio, la Eucaristía debe llevarnos a reconocernos responsables del conflicto y arremangarnos las mangas para resolverlo. Señaló que la Palabra ha liberado las cárceles, no las armas.
Presentó el grito de las víctimas de esta guerra: Paren la guerra, veámonos a los ojos, como iguales; la violencia combatida con violencia solo genera odio y eso no nos deja vernos como lo que realmente somos: hermanos, apuntó.