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Homilía: Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, SDB. en la Asamblea Plenaria del Comité Pontificio


Quito, 12 de septiembre de 2023

 

  • Estamos en la Basílica del Voto Nacional dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Aquí han resonado notas de esperanza y de compromiso. En nuestro canto hemos dicho que es el Señor el que nos muestra desde la cruz la Fraternidad. Es que es Él, el “Señor amigo, quien nos invita a ser fraternidad”. Y hoy estamos aquí, sabiendo que Él es “alimento que nos llena de amor para sanar”.
  • El Santo Padre Francisco, el 20 de marzo de 2021 nos dio un reto grande a la Arquidiócesis de Quito al designar a la “Mitad del Mundo”, a la “Carita de Dios” como se la llama a Quito, como Sede del 53° Congreso Eucarístico Internacional en el 2024 con motivo de los ciento cincuenta años de la Consagración del Ecuador al Corazón de Jesús. Sabemos que todos tenemos un lugar especial en el corazón de Dios. Nadie está excluido de su corazón de Padre. Y Dios es corazón, a tal punto de enviar a su Hijo al mundo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.
  • Y Jesús, su Hijo amado, nos amó hasta el extremo de morir en la cruz. Y ahí en el lugar de la muerte en la cima del monte Calvario, donde la punta de la lanza del soldado romano quería poner fin a la vida de Jesús atravesando su costado, en realidad fue el inicio del nacimiento de la Iglesia mediante el agua del Bautismo y la sangre de la Eucaristía.
  • San Pablo VI afirmó: “Deseamos que, a través de una participación más intensa en el sacramento del altar, se honre el Corazón de Jesús, cuyo don más grande es precisamente la Eucaristía”. El Documento Base del Congreso, nos dice que, “Es en ella donde los hijos del Padre celestial, hermanos en Cristo, realizan la más profunda comunión con Dios y fraternidad entre ellos. Celebrar la Eucaristía es sumergirse en el horno del amor de Dios donde se acrisola la comunión eclesial” (D.Base 6).
  • El Corazón de Jesús en la Cruz, es el altar universal que nos atrae a todos hacia Él. El corazón traspasado y las llagas abiertas del Señor Resucitado se convierten en estas nuevas heridas de vida, de perdón y de amor, que sanan las heridas del mundo de odio, de violencia y de enemistad.
  • Sabemos que el pecado rompe nuestra relación con Dios Padre y nuestra vocación de hermanos. Hoy sigue resonando la pregunta de Dios a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” Y la respuesta de Caín la seguimos repitiendo todos nosotros: “Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”
  • Son claras las palabras de Francisco: “Todos respondemos igual: no he sido yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, ciertamente yo no. Pero Dios nos pregunta a cada uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano cuyo grito llega hasta mí?”. Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna”.
  • Vivimos en una globalización de la indiferencia y nos olvidamos que nuestra vocación original y universal es ser centinelas del hermano en camino. El Documento Base nos recuerda que, “La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano. A la iniciativa de este Dios que crea a sus hijos y los ama corresponde la respuesta del ser humano.” (D. Base 13).
  • Ezequiel nos recuerda que Dios es un Dios que nos busca: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas… así velaré e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad”.
  • Y Jesús en el Evangelio se identifica con el pastor que va por la oveja perdida hasta encontrarla. “Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría”. Y dice a sus amigos: “Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido”.
  • Como Jesús, el Buen Pastor que va en búsqueda de la oveja perdida, hoy, tú, yo, todos nosotros, debemos ser esos “pastores en salida”, esos “misioneros eucarísticos” cargados de vida, de perdón y de esperanza.
  • El Himno del Congreso grita que, la “Fraternidad es más que una palabra, es un abrazo olvidando el rencor, es dar la mano al pobre y desvalido, es consolar al hermano en la aflicción”. ¿Cuántos hermanos están perdidos hoy en el dolor y la desesperanza? ¿Cuántos hermanos están desorientados y desilusionados? ¿Cuántos hermanos hoy son víctimas de la violencia, de la pobreza, de la delincuencia y del narcotráfico? ¿Cuántas mujeres hoy viven maltratadas y violentadas en su integridad? Y es ahí donde debemos salir, es ahí donde debemos ir, ésa es la oveja perdida, o como nos dice también Francisco, quizás hoy tenemos una y nos faltan las 99.
  • “Tenemos que salir, tenemos que ir a buscarlas… salgamos a buscarlas. Pidamos la gracia de salir a anunciar el Evangelio. Porque es más fácil quedarse en casa con una sola oveja, peinarla, acariciarla… Pero a todos nosotros, dice Francisco, el Señor nos quiere pastores y no peinadores”.
  • Seamos esos pastores de fraternidad. “La fraternidad es un sueño que atraviesa la humanidad entera. No es una utopía, sino más bien, la oportunidad de realizar la vocación de cada persona: la llamada al encuentro con los demás” (D. Base 21).
  • Les invito a todos ustedes, queridos hermanos, a tener la misma alegría de Dios. ¿Cuál es la alegría de Dios? “La alegría de Dios es encontrar a la oveja perdida, porque tiene una “debilidad de amor” por todos los que se han extraviado” (Francisco). Tengamos esa alegría y esa debilidad de amor. Solamente así podremos construir la fraternidad.
  • Que María sea nuestro modelo y el camino seguro para ser verdaderos “misioneros de la Eucaristía”. Ella nos dio a su Hijo, y nosotros debemos ser portadores de su Hijo al hermano concreto, al descartado de hoy.
  • Esta Basílica nos habla de esa profunda relación entre El Corazón de Jesús y su Madre María. Aquí está, en la parte posterior de la Basílica el cuadro del Corazón de Jesús y al frente en la cumbre de la Loma del Panecillo, está la estatua de la Virgen María que mira el Corazón del Hijo. Es una mirada de Madre que atraviesa y cobija a todo el pueblo quiteño hasta llegar al Sagrado Corazón de su Hijo.
  • Pidamos al Señor el poder tener esta mirada de María, para que Ella, como discípula y misionera eucarística, nos ayude a abrazar a todo el pueblo y con todo el pueblo podamos llegar con un corazón de hermanos al Corazón de Jesús, a quien todos los ecuatorianos le dijimos y le seguimos diciendo: “Todo es tuyo, salva al Ecuador”; y hoy cantamos: “Desde Ecuador, para el mundo entero, anunciamos: Tú eres la vida, Jesús”. ASÍ SEA.

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